El Problema con los Políticos

“Política, s. Una lucha de intereses disfrazada de concurso de principios” - Ambrose Bierce

Muchos se preguntan si el sistema realmente funciona para todos o solo funciona para las élites; las personas están desesperadas porque nada cambia sin importar quién esté al mando: PP, PSOE, Ciudadanos, Podemos, Vox o cualquiera de los partidos regionales; no importa. La gente empieza a culpar a la democracia cuando el sistema les falla, pero ¿Podemos siquiera llamar democracia a nuestro sistema? ¿Y elegir representantes es una buena manera de crear una legislación diseñada para todas las personas?

Está claro que el voto popular es democrático, pero elegir representantes para que voten sobre la legislación por nosotros, tal vez no tanto. Los antiguos atenienses se horrorizarian ante la idea de llamar democracia a la representación electoral. La democracia para los atenienses era un sistema en el que todos los ciudadanos tenían la oportunidad de participar en la toma de decisiones y el gobierno de los asuntos del estado. Elegir representantes no era democrático para ellos porque los ciudadanos comunes no podían decidir sobre los asuntos de su estado, sino que relegaba su poder a una élite. Los atenienses vieron este sistema de representantes no como una democracia sino como una forma de oligarquía, gobernada por élites, donde la gente sólo tiene el poder de elegir a sus élites, pero no sobre las reglas que les gobiernan.

Entonces tenemos un sistema donde elegimos a nuestras élites pero no las reglas. ¿Es eso necesariamente algo malo? A la mayoría de nosotros se nos ha enseñado un punto de vista elitista de que la persona común no es lo suficientemente inteligente para decidir las reglas del estado. Este argumento en los países liberales continúa con la idea de que las élites son necesarias para gobernar la nación, pero al menos deben ser elegidas democráticamente; ahí es donde nace el político.

¿Son los políticos realmente mejores que el promedio para decidir las reglas? Cuando observamos la educación, los políticos electos tienden a superar al promedio en el nivel del logro de la educación formal. Es más probable que los políticos tengan un título universitario, incluida una maestría, también es más probable que hayan asistido a las mejores escuelas de su país o incluso a nivel internacional, por lo tanto, tienen un mayor nivel de educación formal que el promedio, pero ¿significa eso realmente que saben más? ¿La legislación que diseñan es justa e inclusiva? ¿Es mejor que lo que podría hacer las personas común?

Hay muchos defectos fundamentales en el argumento de elegir élites. Para empezar, las elecciones no necesariamente llevan al poder a los ciudadanos mejor educados ni los más inteligentes, a pesar del claro logro más alto de la educación formal. Si acaso, las elecciones colocan al poder a los más carismáticos, los de imagen más fuerte y a los que tienen una riqueza importante. Se han realizado estudios que muestran que cuando se le pide a la gente que elija a los políticos, muchos votan por imagen, de hecho, los candidatos más altos en las elecciones tienen más probabilidad de ganar que sus rivales más bajos. ¿Qué tiene que ver la altura con la habilidad? Nada en absoluto, pero da la imagen del político fuerte que se supone que necesitamos.

Aunque el promedio votará en función de la habilidad y el conocimiento, no importa cuán inteligente o bien informado sea un representante, no lo sabe todo. En el sistema actual, injustamente dependemos de que los políticos sepan de todo, cualquiera que haya profundizado lo suficiente en cualquier área del conocimiento sabe que cuanto más sabes, más sabes que no sabes. Los campos comienzan a expandirse en universos de sí mismos y se vuelve imposible saber todo. Imagine a los políticos decidiendo la legislación sobre infraestructura, salud, educación, ciencia, economía y finanzas, bienestar social y asuntos exteriores. Recuerde que cada uno de estos es un universo en sí mismo de conocimiento e incluso los expertos no saben todo dentro de su propio campo y, sin embargo, esperamos que los políticos electos tengan un conocimiento experto en todo. ¡Imposible!

Solo escuche a los congresistas estadounidenses cuestionando a los ejecutivos de los gigantes tecnológicos y queda claro que saben poco sobre el mundo de la tecnología y no pueden comprender lo suficiente como para diseñar la legislación correcta. Entonces, ¿cómo podemos esperar que un representante electo tenga la tarea de votar una legislación de la que no sabe nada? Por supuesto, la mayoría de los congresistas que cuestionaron a los ejecutivos de tecnología eran mayores y no estaban tan conectados con la tecnología como los jóvenes, pero ahí radica otro problema de la elección de élites: carece de inclusión.

Ya mencionamos que los representantes electos tienden a ser más educados pero también tienden a ser mayores. La edad media de un diputado español es de 47 años. Con solo el 4% de menores de 30 años, queda claro por qué la legislación sigue fallando a los jóvenes. Con tan poca representación de los jóvenes, sus problemas rara vez se atienden a pesar de que son el futuro de este país y el grupo de edad que más ayuda necesita ya que recién comienzan a independizarse. Los altos niveles de desempleo juvenil, la mala calidad de la educación y la falta de aprendizaje agravan y empujan a España a una mayor irrelevancia y pobreza; todo en parte como resultado del hecho de que los jóvenes no son tan importantes para los intereses de los representantes mayores que están más preocupados por las pensiones y sus beneficios de atención médica que por los préstamos estudiantiles, la vivienda asequible o el empleo juvenil.

Los políticos también tienden a proceder de entornos adinerados, la mayoría de ellos sin contacto con la vida cotidiana real y los problemas del ciudadano promedio que se supone que representan. ¿Cómo se supone que los políticos ricos legislen sobre los problemas que afectan a la gente común si no saben nada de lo que les afecta? No pueden entenderlo y se nota en la calidad de su legislación que una y otra vez le falla al ciudadano promedio.

Eso es incluso si los políticos se molestan en legislar para el ciudadano común. El sistema electoral obliga a los políticos a hacer favores a quienes les ayudan a llegar al poder, como resultado, están atados a su partido político y a donantes adinerados que financian sus campañas electorales y les prometen trabajos fuera del gobierno. El sistema electoral no incentiva a los políticos a legislar en función de las necesidades de los ciudadanos comunes, sino que incentiva a los políticos a socavar las necesidades de la mayoría por los intereses de los ricos y poderosos.

Un estudio de Princeton encontró que en los Estados Unidos, "las preferencias del estadounidense promedio parecen tener sólo un impacto minúsculo, casi nulo, estadísticamente no significativo en la política pública". En el mismo estudio, la preferencia del 10% superior de los estadounidenses más ricos tuvo un impacto de hasta el 61% de la política pública.** Aunque aún no se ha hecho un estudio similar en España, las conclusiones serían las mismas: la opinión pública en España tiene poca incidencia en la legislación. La preferencia de nuestros ciudadanos más ricos tiene prioridad sobre los intereses de las masas.

Hay otro problema en los sistemas electorales, son propensos a la fragmentación y radicalización ¿Por qué?, porque los políticos explotan nuestra necesidad natural de sentirnos parte de una comunidad y la solidaridad de estar en un grupo para encubrir sus fracasos y mantener o tomar el poder. Los políticos explotan esta necesidad antagonizando a ciertos miembros de la sociedad y haciendo que sus votantes se sientan parte de una tribu política. Te animan a escoger partidos: eres de izquierda, de derecha, comunista, capitalista, votas al PSOE o al PP, eres catalán o español, de esta manera, las masas se enfocan en luchas tribales en lugar de pensar en los verdaderos problemas y sus soluciones.

Esto es particularmente útil para quienes están en el poder porque los políticos siempre deben encontrar a alguien a quien culpar. Por ejemplo, el PP y PSOE pasan la mayor parte de su tiempo culpándose mutuamente y se atreven a sugerir que el otro bando es peor; los nacionalistas catalanes pasan todo el tiempo culpando a España o Ada Colau por todas las dificultades de Cataluña cuando el gobierno catalán tiene la mayor cantidad de competencias de cualquier comunidad autónoma y es el culpable de la mayoría de los fallos y problemas de la región.

Así que tenemos un sistema que no es una democracia real, espera un nivel irrazonable de conocimiento de nuestros representantes, carece de inclusión, es propenso a la corrupción y a menudo, divide y radicaliza a la población. ¿Cómo podemos seguir apoyando un sistema así? Muchos argumentarán que es mejor que las autocracias del mundo; eso es cierto, pero hay mejores alternativas que no involucran autocracias y dictaduras. Creemos en la sabiduría del pueblo y que la verdadera democracia combinada con la tecnocracia puede cambiar este país para bien. Lo exploraremos más en próximos artículos, pero primero hablaremos sobre las formas en que los políticos nos dividen en los próximos dos artículos.


*Gert Stulp, Abraham P. Buunk, Simon Verhulst, Thomas V. Pollet, Tall claims? Sense and nonsense about the importance of height of US presidents,The Leadership Quarterly, 2013, February; Volume 24, Issue 1, 159-171, ISSN 1048-9843, https://doi.org/10.1016/j.leaqua.2012.09.002.
**Gilens, M., & Page, B. Testing Theories of American Politics: Elites, Interest Groups, and Average Citizens. Perspectives on Politics 2014, September; 12(3), 564-581. doi:10.1017/S1537592714001595
Respuesta de Gilens y Page a critiicas

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